Do it, do it, do it

Just face the challenge and you will make it possible




jueves, 7 de octubre de 2010

Challenge Barcelona

Hace un año me convertí en un Ironman Finisher. Pero este año no me he podido vengar esta vez. Esta vez decidí cambiar el Challenge Barcelona por el Home de Ferro de Ibiza, que se celebrará el 31 de octubre. No ha habido revancha con mi amigo Miguel Ángel, ni tampoco contra mí mismo, para bajar de 12 h, tal como me prometí a mí mismo, que nunca volvería a hacer un ironman sin el suficiente entrenamiento. Este año no me he podido medir con la crème de la crème del triatlón internacional: gente de EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Francia, Inglaterra, y por supuesto españoles de todos los lugares del país, que vienen a medir sus fuerzas y probar el gran desafío de esta prueba. Recuerdo que entrené poco porque tuve un accidente y pasé el agosto más aburrido de mi vida con el brazo escayolado, sin poder nadar, ni entrenar suficientemente en bici. Me tenía que quitar la escayola a escondidas y con una férula rígida entrenaba, sin poder apoyarme bien con el brazo y rezando para no tener que hacer una frenada brusca. Corría como podía con escayola. Finalmente, pude mantener el tipo en septiembre y pude ir a primeros de octubre a la cita. Mi primer Ironman: 3,8 km de natación, 180 km de bicicleta, 42,2 km corriendo. Qué sufrimiento! Qué dolor! Más de 12 horas sufriendo!!! Recuerdo que la natación me salió perfecta, la bicicleta, pese a lo poco que había entrenado, me salió a un promedio de 32 km/h hasta el km 140, cuando empecé a romperme. Finalmente se me quedó en 29,6 km/h, sin muchas complicaciones. Recuerdo como aún así adelantaba a gente con Cervélos y Argon 18 estratosféricas y como me adelantaban a la vez triatletas con bicis de hojalata, hahaha. Pero la carrera: de nada me sirvió ser antiguo maratoniano, cuando bajé de la bicicleta no podía ni pisar porque no me sentía los pies. El agotamiento había hecho mella en mí y los calambres eran espantosos. Las contracciones involuntarias de mis músculos eran visibles y hasta las mujeres del público se asustaban al verme las piernas. Las dos primeras vueltas hasta el km 21 fueron un auténtico infierno, estaba completamente deshidratado y los geles no me surtían ningún efecto, tenía ganas de vomitar y su sabor me causaba náuseas. Finalmente, el plátano me salvó del retiro; empecé a recuperar fuerzas por el aporte energético y de electrolitos y pude realizar una mejor carrera, adelantando a los que todavía estábamos sufriendo. Lástima que no lo hubiera sabido antes, si no hubiera acabado mejor. Esprinté los últimos dos kilómetros intentando alcanzar a un francés, pero al final no pude con él. La euforia que senti cuando llegué a meta todavía me llena de emoción. Cuando llegué, nos sacaron la foto de rigor e hice el signo de victoria. Victoria contra el dolor, victoria contra las lesiones, victoria contra los inconvenientes que tuve para poder realizar la prueba. Recuerdo que una enfermera nos examinaba las pupilas y si veía que estábamos mal, nos llevaban al suero. No hizo falta, aunque en un momento dudó un poco; me era imposible mantener mis ojos en mirada fija, mis ojos iban perdidos y me daba la sensación que cada uno miraba a un sitio diferente. Finalmente pude seguir el camino recto, sin hacer eses. Tocaba recuperarse y ponerse como el kiko comiendo. Por la noche, cenábamos alegremente con mis compañeros Miguel Ángel y Rubén, dos finishers y las chicas y nos contábamos nuestras sensaciones y batallitas. Pensaba que me iba dar un colapso en la cena, porque comía sin tener hambre; se me había cerrado el estómago. Al día siguiente lo peor: levantarme a las 5 de la mañana para volver al trabajo. Paliza de 500 km para estar a las 10:00 h en Valencia, hahaha.


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